El 9 de febrero de 2025, Ecuador salió a ejercer su derecho al voto, pero lo que llama la atención de estas elecciones no son solo los resultados de las urnas, sino algo mucho más profundo: un país dividido, pero no por un tema de ideologías o planes de gobierno, sino por cómo cada región siente y vive la realidad desde diferentes perspectivas.
En la sierra, Daniel Nobia encontró apoyo, mientras que en la costa, Luisa González arrasó. Y no es casualidad. Basta con hablar con la gente, pasear por los barrios, escuchar las conversaciones de la gente que quiere un cambio en este país. Y no hay cómo tapar la inseguridad que se vive en la Costa; no es solo una estadística, es el miedo real, ver cómo la violencia ha crecido de una forma alarmante, con secuestros, extorsiones y asesinatos que han cambiado por completo las rutinas cotidianas de miles de familias.
Pero salir a decir que la gente votó por miedo sería simplificarlo demasiado. La costa tiene memoria. La inversión y los programas sociales de gobierno del expresidente Rafael Correa dejaron una huella profunda, pues en esa época existió inversión pública y programas sociales, lo que consolidó una base sólida de apoyo al movimiento que representa. Ignorar esta conexión política y social sería no ver el panorama completo.
Por otro lado, el gobierno de Daniel Noboa ha tenido serias dificultades para controlar la violencia, pues ha adoptado medidas como declarar estados de excepción y desplegar al ejército en las provincias más afectadas, que no han tenido resultados esperados y la percepción de inseguridad en la región de costa sigue siendo alta. Pues lo que se necesita en el país es una verdadera política criminal efectiva y sostenible, adoptando medidas estratégicas como prevención social del delito, fortalecimiento institucional, inteligencia criminal y tecnología, además de políticas de rehabilitación y reinserción.
En la Sierra, las preocupaciones son otras. La gente parece haber votado pensando más en la estabilidad económica y la continuidad política, lo que ayudó a Noboa a consolidar su apoyo en esa región.
Este escenario de división presenta un reto enorme. La campaña se ha enfocado más en las diferencias regionales que en propuestas para solucionar los problemas del país. Esto complica mucho el panorama para quien gane la segunda vuelta el 13 de abril, ya que gobernar un Ecuador tan polarizado no será nada fácil.
Con una participación del 83.38% en la primera vuelta, queda claro que los ecuatorianos quieren un cambio. Pero el verdadero desafío será dejar atrás las divisiones regionales y formar un gobierno que represente a todos.
Más que una elección entre dos candidatos, la segunda vuelta pondrá a prueba la democracia ecuatoriana. La pregunta es: ¿podrá el país superar las rivalidades territoriales y construir un proyecto común que atienda las necesidades de toda la población?
El próximo presidente tendrá la complicada tarea de unir a un Ecuador que, en este momento, parece más dividido que nunca.